EL CERRO CAMPANA EN SANTIAGO DE CHUCO
Dr. Javier Delgado Benites (*)
El cerro Campana, recibe el nombre por su antojadiza forma natural, es un centinela que sitia al pueblo de Santiago de Chuco, se presenta con su majestuosa belleza, perturbando su color de acuerdo a cada estación del año.
Los lugares o caseríos que están al pie de sus faldas, cuando en el invierno la lluvia y la niebla blanquecina se apropian de la cima y cubre todo su esplendor del cerro Campana, el aguacero moja intensamente su superficie, los pobladores que pisan su solemnidad, escuchan el sonido de una campana que suena talán, talán y tantán, tantán… y por eso refuerza su nombre.
Desde su cima se aprecia el pueblo de Santiago de Chuco, un hermoso paisaje natural formado por quebradas, riachuelos y otros cerros como su vecino el Huacapongo que parecen elevarse en una actitud desafiante al mismo Campana, además podemos aguaitar los caseríos colindantes.
En sus faldas se encuentran frondosos eucaliptos que emperifollan el panorama, del cerro se desprenden puquiales de agua cristalina.
EL CERRO CAMPANA QUE TIRA PIEDRITAS
Un poblador del Querquerball que tiene sus terrenos y siembra en el cerro Campana, un día en tiempo de cosecha y en plena luna llena decide ir con su amigo a cegar su trigo, aprovechando la luna resplandeciente, y en la noche el trabajo es más descansado, llegan al lugar, inician a cegar el trigo, pero había algo de raro que se presentaba, cerca al lugar donde estaban cegando, comienza a caer piedritas tac, tac… por alrededor, el lugareño y amigo dejan de cegar para aguaitar quien tiraba las piedritas, pensaba que era algún amigo que estaba jugándole una broma, pero miran alrededor no había nadie, solo el viento que soplaba ligeramente, las peñas que lo observaban, los árboles lejos que lo acompañaban, pero ese detalle le impedía seguir segando, el amigo le dice:
Vámonos este cerro es malo, nos puede pasar algo.
Toman la decisión de dejar de cegar el trigo para mañana, es decir, les hizo correr. Al retornar a su casa el poblador le cuenta a su esposa lo que ha sucedido y al otro día al tomar el desayuno cuenta a sus hijos, el mayor de ellos decide acompañar a su padre a cejar en la noche y comprobar lo que sucedía. Llegó la hora de ir a cegar padre e hijo, inician la faena, conforme iban avanzando la ciega de trigo, las piedritas comenzaron a caer tac, tac… por alrededor, el hijo se asusta, el padre lo tranquiliza les incomodaba seguir avanzando, nadie había alrededor, todo era silencio y el resplandor de la luna llena brillaba resplandeciente, tomaron la decisión de no cegar y realizarlo en el día, de ahí en adelante no trabajan en la noche, todas sus actividades lo hacen en el día.
(Foto del autor)
(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.
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