LA COCINA DE MI TÍA JESHO SE QUEDA EN SILENCIO EN SANTIAGO DE CHUCO
(Al cumplir nueve días de su sentida partida)
Dr. Javier Delgado Benites (*)
El día miércoles 21 de mayo en la madrugada murió Jesús Delgado Grados en Santiago de Chuco. Acababa de llegar a mi tierra para participar en el evento cultural de Capulí, Vallejo y su Tierra, tan pronto pisé el suelo, me dan la mala notica, que me entristeció. Mi tía era prima de mi padre, ella se caracterizaba por ser una mujer trabajadora, noble, era contemporánea con mi madre.
Mi tía Jesho como lo conocían con cariño la colectividad de Santiago de Chuco, ella se dedicaba a la cocina y en su casa acudían las amistades, familiares y la gente interesada para saborear su comida; al pasar por su casa en las mañanas, el aroma del caldo de cabeza o carne, salía por la puerta que provocaba al cualquier transeúnte, al no perder tiempo, ingresaba al interior donde encontraba a varios personas comiendo, incluso no había asiento, tenía que esperar, tanto era la concurrencia de la gente para saborear las delicias culinarias. Una vez consumido el caldo de cabeza o carne, se asentaba con una deliciosa chicha de jora o aloja que también era sápida.
Mi tía tenía un don en la cocina, sus manos estaban dotadas de sabores, aromas culinarios, todo lo que cocinaba eran manjares gastronómicos bien requerido por la gente, que acudían para poder disfrutar su rico arte culinario.
Ella compraba de mi padre, la carne y las cabezas de carnero para usar en su cocina y preparar con sus manos llenos de arte y así poder atender al público que asistía a disfrutar a su casa las delicias que preparaba.
Recuerdo que mis padres en mi niñez, se antojaban y me mandaban con una olla para comprar el caldo de mi tía Jesho, o un balde para comprar la chicha o la aloja, quien me atendía de la mejor manera, previamente preguntando por mis padres, siendo bien amiga de mi madre, tenía la misma edad.
Su casa de mi tía era un templo gastronómico, lleno de historia, recuerdo en mi permanencia en mi lar natal, observaba que ingresaban muchas personalidades del pueblo, mi tío Panchito Benites, Panchito Miñano, Modesto Geldres, Vicente Gamboa, Marino Quispe, el notario Alcántara, los Caballeros, Roger Vejarano, jueces, fiscales, subprefectos y una infinida de gente importante y público en general. Ahí disfrutaban el caldo de cabeza, de carne, la chicha, la aloja. Incluso daba pensiones a muchos profesores como al maestro Danilo Sánchez Gamboa, padre del connotado escritor Danilo Sánchez Lihón y otros.
La atención en su casa, se ingresaba por una portada mediana, pasabas un
pequeño pasadizo y en el interior estaban las mesas de madera con sus
respectivas bancas o sillas, las mesas estaban cubiertas con hules de plástico.
Uno se sentaba y salía mi tía Jesho puesta su mandil de cocina para atender al cliente.
- Doña Jesho. Sírvanos un caldo de cabeza.
Ella se esmeraba en atender, colocaba el rocoto partido o molido, limón, cebolla con culantro picadito, pan o mote. Luego servía el plato de caldo que salía caliente con el vapor que ascendía a las alturas, llevando los aromas, era un caldo agradable, que el cliente estaba contento, luego pedían para asentar un capri de chicha o un litro de aloja, con ese buen caldo que se comía (tomaba lo llaman así en el pueblo), ni ganas daba de almorzar.
Estos últimos años, mi tía Jesho estaba mayorcita, ya no preparaba el
caldo, ni la chicha o aloja, ella me decía:
- Ya no puedo
preparar, ya no hay las fuerzas, como antes.
Siempre cuando iba a Santiago de Chuco, lo encontraba, aguaitando de su puerta, o sentadita en una silla cerca de su casa, me acercaba a saludarle, me pregunta por la familia, conversábamos un buen rato, me daba mucha satisfacción encontrarlo. Esta última visita a mi tierra ya no lo encontrado, me afligió al recibir la noticia de su fallecimiento, he podido acompañar a su velorio, el entierro fue a mediodía del día viernes 23 de mayo.
La cocina del barrio Santa Mónica y de Santiago de Chuco ha quedado en silencio. Pero su casa está impregnada los sabores, sus ollas, platos, guishllas, cucharones y cucharas, cantaros, botijas y botijones están sus vestigios de sus manos trabajadoras, las calles del barrio alto y del pueblo quedarán sus huellas de sus pasos.
Siempre lo recordaré a mi tía Jesho, por lo buena y cariñosa que ha sido en la familia, cuando pasaré y miraré su casa me imaginaré que los humos de la leña y los vapores de sus potajes saldrán por el techo, con dirección al cielo.
Descansa en paz tía Jesho.
(Fotos
del autor)
(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado,
licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en
Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra,
docente universitario.
Textos que pueden ser reproducidos
citando autor y fuente
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