El PAISAJE SANTIAGOCHUQUINO
(Al conmemorarse los 112 años de la creación de Santiago de Chuco como provincia)
Dr. Javier Delgado Benites (*)
Sólo aquel que ha inhalado tu aire, ha bebido el agua de tu río, ha visto blanquear el agua en los chorros de tus quebradas, ha pisado la dureza de tus caminos, ha visto el sol entre nubes de colores al salir por el oriente, rasgando con sus rayos la bruma de tus recónditos lugares, ha caminado en las noches de luna los caminos llanos de tus anchurosas campiñas, ha gozado la quietud del vuelo de los picaflores o kendes al chupar la miel de los magueyes en flor del borde de los caminos, que ha oído el canto del tuco en las peñas o árboles, orientando su vuelo en busca de su frugal alimento. Puede conocer los secretos que guardas en los recónditos enredados de tu vida solariega.
Se puede jurar, por Dios, que nadie otro, puede dar razón de Santiago de Chuco, si es que no ha gozado de sus cuatro estaciones del año, de sus fuertes lluvias con granizo, relámpagos y truenos, sus meses de campos floridos, cuando los picaflores, de verde esmeralda, cantan alegremente, en una ramita de chupa-chupa, las perdices silban por los surcos de ocas, las palomas en bandadas cruzando los aires a la persecución del gavilán, el viento barre los caminos, por donde el arriero transita entonando con su silbo coplas de serranitas y zumba el puntal animando a la peara a salir de la quebrada y en el amanecer, a las 5 de la mañana, los pajarillos alaban a Dios por haberlos hecho amanecer con bien y su jolgorio, anima al campesino a vigilar su sembrado, que regresa mojado por la hierba que le dio sus gotas de rocío que le encargó la noche.
Los ruiseñores, tordos, santarosas, rocoteros, gorriones, jilgueros y las palomas shicshillas, se guardan para el susurro de las tardes, en los montes de ríos y quebradas, cuando sopla el vientecillo los ramajes de los eucaliptos, aracabos, agañures y chinaques, adornando musicalmente los campos, por donde gozan con su vuelo sereno las águilas, las queruquengas, cernícalos y cóndores, en busca de su apetitoso desayuno por la ribera de los ríos.
Y son las noches de julio y agosto, en sus lunas de cuarto creciente al cuarto menguante, cuando cantas las hoces del campesino haciendo gavilla las chacras de trigo y cebada, que luego en las parvas la trilla con los caballos, las convierten en grano y candeladas de la noche, parece que se confunden con las estrellas del cielo.
Sólo aquel que ha visto los celajes en tu cielo azul, tan bruñido, como el candor del alhelí, en los jardines y huertas de las casas. Esa vida feliz y tranquila, sólo lo tiene el poblador de Santiago de Chuco.
¡Feliz aniversario, esperando que cada día que pasa, tus hijos oriundos valoren más tu exquisita hermosura!
(*) Investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, miembro del Movimiento Capulí Vallejo y su Tierra.

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