LA QUERUQUENGA EL AVE SAGRADA DE LOS CHUCOS

Dr. Javier Delgado Benites (*)

La queruquenga fue el ave sagrada de nuestros antepasados Chucos, siendo conocido con el nombre de querush, corequenque, querugengo. Cuando los incas conquistan el imperio norteño Markahuamachuco, encuentran que también dicha ave era sagrada para ellos, dándole salutación en todo el imperio incaico, confeccionaban sus coronas con las plumas de su cola.

El ave viste un aguar de plumas de color negro y blanco, las alas y el cuerpo están provistas de aquellos colores, el pecho de color negro como el carbón, las piernas de blanco esplendor, la cabeza con un gorro negro, la cara de color rojizo o naranjado claro intenso, el pico largo termina en forma aguileña de color blanco plomizo y las patas de color amarillo intenso, incluso hay unas de color marrón que son las más tiernas. En el imperio incaico las plumas fueron usadas en ciertas indumentarias del Inca sujetas al llauto que venía hacer una trenza de colores del ancho de un dedo que se daba cuatro ó cinco vueltas a la cabeza, este atavío sólo usaban los soberanos incas, además llevaban dos plumas negras del corequenque, que sirvió como insignia para los jerarcas del imperio incaico y en concreto para la mascaypacha o corona del emperador Inca que era una borla de fina lana roja con incrustaciones de hilos de oro y plumas de corequenque, teniendo la creencia que sus plumas de esta ave servían para protegerse que le caigan los rayos y relámpagos y hacía que se alejaran a los espíritus malignos, teniendo una significación de poderío, nobleza y valentía.

El Inca Garcilaso de la Vega en su obra Los comentarios reales hace mención de esta ave: “El rey traía esta misma borla; empero, era colorada. Sin la borla colorada, traía el Inca en la cabeza otra divisa más particular suya, y eran dos plumas de los cuchillos de las alas de un ave que llaman corequenque.

(…) Esta es la majestad del ave corequenque y la veneración y estima en que los reyes Incas a sus plumas tenía”.

El poeta César Vallejo en su poema Nostalgias Imperiales menciona a dicha ave de su terruño: Y en el festín del cielo azul yodado /gime en el cáliz de la esquila triste /un viejo corequenque desterrado.

En otros lugares del ande del Perú lo conocen con otros nombres: Matamico andino, carancho andino o caracara cordillerano.

En Santiago de Chuco estas aves se encontraban en sitios apropiados donde se le veían alimentándose de churgapes y reptiles que cazaban, hace años que no he visto esta ave rapaz, me parecía que se han extinguido. Últimamente en mi corta estancia en mi tierra, he averiguando a algunos pobladores y campesinos, lo he preguntado si todavía hay queruquengas, algunos no me daban razón o no lo conocían y uno de ellos me manifestó que por la zona de Aguiñay, Querquerball todavía existen en los árboles y peñas, parece que han emigrado a lugares y climas más apropiados y templados. Los expertos aseguran que su migración responde al cambio climático y a las variaciones bruscas de la temperatura.

Me gustaría dejar testimonio con dos anécdotas que nos sucedió de niños por querer tener pichones de queruquengas en nuestra casa para criarlo.

Mi padre heredó con sus hermanos una chacra por Yamanate cerca de las peñas de San Cristóbal, ahí nos íbamos a jugar con mi hermano Hildebrando y mis amigos de barrio. Lo que más no llamaba la atención eran las queruquengas que volaban y revoleteaban las alturas, se estacionaban en los árboles altos y antiguos, oíamos los intensos gritos de los pichones que anidaban los árboles que estaban en la otra chacra colindante. Había cantidad de queruquengas parecía una reunión de dicha especie, eso era todos los días. El águila se acerca a los nidos a querer comer a sus crías, la queruquenga se daba cuenta y lo ahuyentaba picándolo todo el vuelo hasta dejarlo en un lugar lejano, donde el águila se iba toda maltrecha, hambrienta sin ánimo de regresar por su presa.

Nosotros niños inquietos al ver en lo alto sus nidos y los pichones que salían fuera de ellos a hacer sus primeros pininos y amanes de volar, queríamos tenerlo a uno de ellos en las casas para criarlos.

Mi hermano Hildebrando que era el líder del grupo planificó inocentemente dos aventuras que ahora son anécdotas para tener los pichones de queruquengas:

La primera

Llevamos un ovillo grande de lana que mi madre tenía preparado para que mande hacer una frazada, lo sacamos escondido sin que ella se dé cuenta para llevarlos y lanzarlo a la altura de los árboles en donde se encontraba el nido con sus pichones, para que se prendan en ello, jalábamos el ovillo con los pichones prendidos y así poder cogerlos. Comunicábamos a nuestros amigos de barrio para ir a cazar los pichones de queruquengas, todos nos imaginábamos tener en casa los pichones, otros ya se veían dándole de comer lagartijas y así por el estilo. Al llegar a los árboles altos y viejos, amarramos el ovillo con una pita de nailon, lo lanzamos al nido haciendo varios intentos y uno de ellos cayó al nido, los pichones se prendieron en el ovillo pero al momento de jalarlo con fuerza se nos rompe la pita, quedando el ovillo en el nido, siendo frustrado de no poder tener los ansiados pichones, fue una desilusión todos regresamos a nuestras casas sin nada, el ovillo de mi madre no tuvo retorno a casa. Posteriormente mi madre echó de menos el ovillo de lana buscaba sin saber que se había hecho, con mi hermano guardábamos el secreto, para no ser resondrados, mi madre se lamentaba siempre de su ovillo de su frazada que había desaparecido como arte de magia. Después de varios años se enteró, por una conversación que tuvo con la vecina, al contar de su ovillo de hilo que se había perdido, la vecina le comentó que su hijo le contó que por atrapar queruquengas el ovillo de lana se quedó en el nido, mi madre al enterarse nos llamó severamente la atención, nosotros contamos lo sucedido, pero los años que pasó, mi madre se hizo al dolor.

La segunda

Llevamos las sobrecargas de mi padre que eran unas sogas hechas de cuero de res y que servían para jalar los palos cuando íbamos a tumbar  los eucaliptos para hacer la leña, mi hermano encabezaba la aventura y mis amigos de barrio íbamos en su tras planificando todo el camino como hacer con tal de tener los pichones. Al llegar al lugar de los árboles, mi hermano preparó la sobrecarga, amarró en una de las puntas una piedra, lo lanzó a la horquilla del palo que estaba cerca al nido pero no tuvo resultado porque era alto, hizo varios intentos, hasta que de tanto intentarlo una de ellos logra pasar la horquilla, todos nos alegramos, luego lo amarramos a mi hermano  con la punta de la sobrecarga de la cintura y se cogía de la sobrecarga, iba preparado con un costal de tocuyo, con guantes de cuero para coger los pichones para no ser picado,  todos jalábamos del otro extremo para que vaya subiendo, llegando a subir el tramo cerca de llegar a la horquilla y al nido, en ese instantes llegaron las queruquengas y comenzaron revoletear y gritar, querían picarlo, mi hermano de arriba gritaba bájenme, con el saco que tenía en la mano se defendía espantándolo, todos nos asustamos y comenzamos a bajarlo, cerca de llegar al piso lo soltamos que cayó al suelo felizmente no se hizo daño, todos después del susto nos carcajeamos de risa, quedó frustrado nuestro segundo intento de querer tener los pichones de dicha ave nativa de nuestros antepasados en casa.

Los años que radicó fuera de Santiago de Chuco, cuando visito voy a la chacra de mi padre, no he visto dicho ave rapaz, ahora es silencio, extraño esos gritos y las peleas en el aire con el águila, porque realmente crecí escuchando esos sonidos cuando frecuentaba a diario a la chacra a traer los animales que mi padre amarraba en el pasto.

Espero que las comunidades campesinas de mi lar natal, donde vive actualmente nuestra ave sagrada, cuiden de ella como símbolo de prevalecer nuestra identidad, heredando y revalorando a nuestros antepasados Chucos.

(*) Doctor en Educación, ingeniero químico, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

(Foto de Internet)

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