LOS NIÑOS DE MI BARRIO EN MIS TIEMPOS, EN LA FIESTA DEL APÓSTOL SANTIAGO “EL MAYOR”

 


Dr. Javier Delgado Benites (*)

Cuando iniciaba el 15 de julio la fiesta en honor al Apóstol Santiago “El Mayor”, era de mucho júbilo para los niños escolares de las escuelas de mi pueblo, porque eran días de bastante regocijo, velaciones, mojigangas, sonido de cohetes, elevación de globos, bandas de músicos, corrida de toros, ferias y otras actividades, por otro lado, la visita  de familiares de la costa y algunos amigos de nuestra infancia que por diversos motivos viajaron con su familia a estudiar y radicar, retornaban a la fiesta de julio donde aprovechábamos jugar.

Desde la parada del gallardete donde se asistía al desfile para participar en la ceremonia cívico religioso, se realizaba el famoso concurso de bandas de guerra de las escuelas, los últimos dos años de estudiante de la escuela fui integrante de la banda de guerra donde tocaba la segunda tarola.

Era tanta alegría de los niños de mi barrio del sector de la Parva de la Virgen y contemporáneos que lo gozábamos a plenitud, mientras salíamos de vacaciones el día 22 de julio, que coincidía con la finalización del segundo bimestre y vacaciones de medio año. El 23 de julio era el día del Alba de la primera fiesta. Los niños liderados por mi hermano Hildebrando, quien se venía preparando desde la quincena para aprovechar las vacaciones y jugar imitando a dos mojigangas bastante típicas, una es la Vaca loca y el otro el Juan osito.

Mi hermano Hildebrando se dedicaba a realizar el armazón de la Vaca loca, que consistía de palos delgados de eucalipto con la figura de vaca, donde lo forraba con sacos vacíos de harina del norte, lo pintaba de color blanco con negro, lo colocaba un esqueleto de la parte frontal de la cabeza de vacuno con sus respectivos cuernos que tenía guardado mi padre, y lo colocaba su rabo, estando listo el armazón para debutar. El niño que carga el armazón que descansaba sobre sus hombros, daba inicio al juego, todos los niños presentes eran los toreros, con sus capas para torear, algunos usaban algún pedazo de tela, otros sus chompas o casacas, al grito de ole, ole… y la Vaca loca corría a embestir y los toreros con sus capas trataban de esquivar, se imitaba igual a la mojiganga, nos turnábamos a cargar el armazón de la Vaca loca, donde nos pasábamos horas jugando.



La otra mojiganga era el Juan osito, mi hermano Hildebrando sacaba unos pellejos que había en casa, pieles de vacunos secos de color negro o marrón, lo usaba para disfrazar a un niño de oso, con una máscara de la misma piel para que el niño se ponga y pueda ver. Él se disfrazaba de cazador, con casco, botas, lentes y cargaba una carabina de madera de mi padre que usaba cuando era joven movilizable para desfilar. El cazador jalaba al Juan osito con una cadena que estaba amarrado a su cintura y hacia escaramuzas de haberlo cazado, todos los niños presentes cantaban el estribillo Juan osito tuntún, Juan osito tuntún…, el oso lograba desamarrarse de la cadena de la cintura y escapaba, corriendo sin fin, el cazador lo perseguía hasta alcanzarlo, luego lo amarraba y lo traía al grupo de los niños que se peleaban por querer ser Juan osito.

Esos juegos eran durante toda la fiesta de julio (me refiero a los días 23 de julio hasta el 02 de agosto), eran realizados en el día, en la tarde incluso en la noche, cuando la luna llena estaba esplendorosa, nos reuníamos todos los niños del sector de la Parva de la Virgen y los disfrutábamos en la calle, principalmente frente a la nuestra escuelita elemental, imitábamos a las dos mojigangas, que están eternizadas en nuestra mente por siempre.

También éramos partidarios de la corrida de toros que se realizaban el 25 y el 28 de julio, donde el pueblo se entusiasmaba y asistían con toda su familia. Los niños de la Parva de la Virgen nos íbamos con una consigna de todos ingresar al coso taurino, apenas algún descuido del Guardia Civil (ahora policía), nos metíamos por debajo de la puerta principal, o en caso contrario nos cogíamos de alguna persona adulta para poder ingresar, con tal que todos del grupo teníamos que estar presentes para mirar la tarde taurina, como no recordar a los toros bravos de Calipuy, con el famoso arriero Florián que los llamaba a los toros bravos con sus nombre, a los toreros Vilches de Cachicadán  y otros más toreros nacionales y extranjeros que lo hemos disfrutado sus buenas faenas taurinas.

Al terminar la fiesta que duraba veinte días aproximadamente, era triste para los niños, porque el júbilo que había de la gente de Santiago de Chuco se iba silenciando, los familiares y amigos que nos visitaban regresaban a la costa, el pueblo regresaba a lo habitual que era siempre. La Vaca loca y el Juan osito ya no se jugaba hasta el otro año.

Personalmente sentía nostalgia cuando finalizaba la fiesta de julio, me quedaba esperar el siguiente año venidero.

 

(Para mis amigos de niñez: Loco Childe, Shongo, Chino Roger, Lamparín, Duaydo, Limeño, Chinicana, Gordo Linder, Jipy, Alalao, Maguín, Manuche, Vladi, Chino Miguel y otros.)

 

Fotos: Bajadas del Internet.

 

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

 

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