EL CAJÓN DE LA VELA DEL 01 DE NOVIEMBRE EN SANTIAGO DE CHUCO


Dr. Javier Delgado Benites (*)

Durante mi estadía en mi tierra natal, hasta cuando terminé la secundaria, la costumbre de mi casa, mi familia y de toda la población de Santiago de Chuco, es colocar velas grandes en un candelabro (en casa teníamos un grande para seis velas y un mediano para tres velas) a sus muertos o difuntos, esta tradición se efectúa el día 01 de noviembre al iniciar la noche, se prendía las velas, cada una estaba asignada a un familiar que había fallecido, pero la expectativa de las familias es el día siguiente, ir a observar los cabes (rastros) de las velas que quedaban en el candelabro, donde había algunas que habían formado un cajón, grande o pequeño, eso tenía una significación que algún familiar adulto, joven o niño iba a morir, la familia en algún momento iba estar de luto. Todo esto se manifiesta a través de esta narrativa. 

Chó Porfirio un poblador oriundo de Santiago de Chuco, con su familia siguiendo sus costumbres arraigadas de los tiempos pasados. El día primero de noviembre, día de los todos los Santos, compra sus velas en nombre de sus familiares muertos.

Cerca de las siete de la noche Porfirio coloca en su candelabro de fierro, una vela para su padre Zacarías, para su mamita Dorotea, para su hermano Nicanor que falleció joven, en nombre de su hijo Casimiro que falleció al momento de nacer y también coloca velas de sus familiares de su esposa Zoila, de su suegro Nemesio, de su suegra Rosaura, de su cuñado Ruperto. En total el candelabro soportaba siete velas con sus respectivas señales que los identificaban y los diferenciaba a cada muerto. El significado de colocar las velas es porque piensan que sus muertos, sus almitas vienen a sus casas a visitar a su familia y a ver si su vela está prendida.

Todas las velas ardían alegremente en la noche, esas horas aprovechaban sus hijos jugar un buen rato en la noche con los niños vecinos en plena luna llena, la china Zoila hervía el café de cebada para que tomen a las diez de la noche con sus respectivas tajadas, después del rosario por el eterno descanso de sus familiares muertos, que esa noche iban a regresar sus almas a visitarlo. Luego de ello, los esposos alistaban la cabeza de guacho para el caldo de cabeza, el chiclayo con la chancaca y canela para la mazamorra, el maíz blanco para hacer el mote de pavo, para que lo dejen en las ollas de barro hirviendo en la noche hasta que se acabe la leña y estea sancochado en la mañana, donde se lo da sus agregados necesarios y estea listo para tomar el caldo de cabeza, comer la mazamorra y comer el mote de pavo y convidar a sus amigos y familiares que se acercaban a su casa a visitarlo el día dos de noviembre.


Después de haber tomado todos el café de cebada con sus tajadas, sus hijos eran los primeros en ir a dormir, en seguida los esposos después de haber dejado listo las ollas para que hiervan. La expectativa del chó Porfirio era ver los cabes de las velas del día siguiente. Al llegar el amanecer y la hora esperada, los esposos se levantan temprano y lo primero que hacen es ir a la sala grande donde se encontraba el candelabro a espiar las velas que habían ardido toda la noche, para ver cómo han quedado los cabes, grato fue la sorpresa de ver en la vela de su padre de Porfirio que se había formado un cajón, donde el chó se quedó sorprendido.

-       Hay china Zoila. La vela de mi papá, se ha formado un cajón, vamos estar de luto, el muerto va ser de una persona adulta.

-       Qué dices chó. ¿Por qué?

-       Ven aguaita –Zoila se acerca.

-       Mira el cajón, es grande y es para que muera una persona adulta.

-       ¿Quién irá a morir? –pregunta Zoila apenada.

-       Pero también, en la vela de tu hermano Ruperto hay también un cajón. Pero ese cajón, es pequeño, va morir una persona joven o niño.

-       ¿Quién irán a morir? –sigue preguntando Zoila acongojada.

-       ¡Quien morirá! Pero vamos a tener dos muertos en la familia, un adulto y un joven o niño. Todo esto se cumple, esperemos que no afecte a nuestros familiares cercanos.

-       Eso esperamos. Voy a cocinar, ya se van levantar los hijos.

Apenados por observar los cajones de las velas, toman ánimo y retoman sus quehaceres diarios, la china Zoila se dirigió a la cocina a ver la cabeza si estaba sancochada porque lo habían dejado que vaya hirviendo en la noche mientras se termine la leña y del mismo modo el chiclayo y el mote de pavo; el chó Porfirio se fue a regar la huerta y dar de comer sus animales en su corral.

Más tarde sus hijos se levantaron, todos se dirigieron a la sala donde se encontraba el candelabro, para ver cómo han quedado los cabes de las velas, en esos instantes, llega su papá y los dijo que había dos cajones, que va haber dos muertos en su familia, un adulto y un joven o niño, los señala los dos cajones.

Los niños al escuchar se entristecieron, en esos momentos, les llamó su mamá para que vayan a la cocina a comer, se dirigieron a ella estaba servido en la mesa el caldo de cabeza, el mote de pavo y la mazamorra de chiclayo.

Toda la familia reunida, comían unidos, uno de los hijos pregunta:

-       ¿Quién irán a morir papá?

-       No se sabe hijo, alguien de nuestra familia, que es numerosa.

-       Si pues, ahí están en las velas el cajón, uno grande y uno pequeño -dice uno de los hijos.

-       Solo esperar lo que decida el señor –dice su mamá.

-       Hay que estar y comer tranquilos, para ir en la tarde al cementerio llevando las coronas para coronar a los familiares muertos.

Disfrutaron la familia en unión en ese momento, compartiendo sus alimentos, al poco rato los amigos y familiares comenzaron a tocar la puerta para visitarlo, se los atendía y los hacía pasar, en esos instantes, los servían un plato de mote de pavo para que coman, mientras parlaban, luego se retiraban, se los agradecía. Seguidamente el chó Porfirio aprovechaba de ir a comprar las coronas para todos los familiares muertos (blancas con negro para las personas adultas, de colores para los niños o jóvenes), mientras la china Zoila preparaba temprano la comida para que almuercen, para que vayan con toda su familia al cementerio del pueblo a coronar y dejar ramos de flores a sus familiares muertos.

Luego de ello, lo único que los quedaba era esperar alguna noticia en el trascurso del tiempo, de que algún familiar fallezca, tal como lo indicaba el cajón de la vela.

  

Nuevo Chimbote, primavera 31 de octubre del 2017

  

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

 

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