SANTA MÓNICA NOMBRE DE MI BARRIO EN SANTIAGO DE CHUCO

Dr. Javier Delgado Benites (*) 

A principios del siglo XVIII, fueron asociados al sostenimiento de la iglesia por parte de vecinos notables en el pueblo, por esa época, quienes vivían en el pueblo de Santiago de Chuco, eran muchos residentes españoles, venidos de los diferentes lugares del país ibérico, era para ellos, una práctica común en los pueblos del norte del país. Por esos años, el crecimiento de Santiago de Chuco incentivaba la producción agrícola, ganadera en sus fértiles tierras y acentuaba el asentamiento poblacional.

Los españoles residentes en Santiago de Chuco eran dueños de grandes extensiones de terrenos, donde inmovilizaban el dominio de algunas extensiones de terrenos a favor de santos que la iglesia designaba y estableció que los curas gozarían de sus frutos, el interés del principal y lo que produjeran con sus asistencias. Como carga, impuso la celebración de misas rezadas y cantadas el día del patrón o patrona de dicho lugar, en este caso San Mónica, con fiesta solemne con repique de campanas y procesión con la santa en andas el día 27 de agosto. Además, debían practicarse “rogativas y plegarias, dirigidas a la misma Santa Mónica pidiéndole el buen suceso de las mieses y cosechas al año” para este lugar que abasteció al pueblo de Santiago de Chuco durante siglos durante los siglos XVIII y XIX.

En las vetustas escrituras existía clausulas por la cual se prohibía “enajenar, bajo ningún concepto, los terrenos donados a la misma”, especificando que “ninguno de los dichos curas hayan de poder vender en manera alguna las dichas tierras ni parte de ellas”. Esta determinación llevaba a la indivisibilidad de los terrenos, aunque no limitaba la posibilidad de arrendarlos para obtener recursos inherentes al bien común de la propiedad, según estaba planteado para las propiedades piadosas. Así ocurrió en este caso y, hubo arrendatarios y ocupantes durante años y siglos, con la reforma agraria, se quedaron de dueños de dichos terrenos, designados a los santos.

 


El barrio alto de Santiago de Chuco, también lo llamaban Cajabamba, desde que dicho distrito se elevó a la categoría de provincia, lleva el nombre de Santa Mónica, porque dichos terrenos como el sector de la Parva de la Virgen y otros lugares, pertenecían a dicha santa, por tal razón, se nombró al barrio Santa Mónica.

 

SANTA MÓNICA es la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte - Argelia) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332, es considerada la santa patrona de las mujeres casadas, madres y viudas. En una época en la que la mujer estaba siempre y en todo caso relegada a un papel subalterno, obligada a vivir a la sombra de su marido, condenada al olvido, sin consideración por sus verdaderos talentos, sus capacidades, esta mujer excepcional supo sublimar el papel que le ha asignado la historia y la sociedad, convirtiéndose en un punto de referencia y símbolo para las mujeres y madres de todas las épocas.

 

SANTA MÓNICA era una mujer de etnia bereber, perteneciente a una familia acomodada y devota de la fe cristiana. Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero sus padres dispusieron que tenía que casarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que soportar sus estallidos de cólera ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvo tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas, que crecieron en el fervor de su fe. Una fe tan ardiente e inquebrantable que, hasta su marido, un pagano, se contagió, tanto que se convirtió al cristianismo.

 

En aquella época, en la región del norte de África donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión.

Mónica les respondía:

-     Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues…no peleamos.

 

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios, y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor (Agustín).

 

SANTA MÓNICA MADRE DE SAN AGUSTÍN

Santa Mónica era la madre de SAN AGUSTÍN DE HIPONA, uno de los más grandes hombres de fe de todos los tiempos. Filósofo y teólogo, obispo y doctor de la Iglesia. San Agustín escribió algunas de las páginas más bellas e intensas de la literatura eclesiástica y más allá. Algunas de esas páginas fueron inspiradas precisamente por su madre, Santa Mónica.

 

San Agustín en su juventud era un hijo rebelde, siguió en sus andanzas por la cuenca mediterránea, sin desanimarse por sus fugas, por sus mentiras. Él hizo todo lo posible por deshacerse de la presencia de su madre amorosa y sabia, llegando a abandonarla en el puerto de Cartago para embarcarse hacia Italia.

 

SANTA MÓNICA no se decepcionó, siguió a su hijo rebelde hasta Milán y finalmente, gracias a sus consejos y amor, Agustín se convirtió y recibió la catequesis de San Ambrosio.

Para comprender hasta qué punto San Agustín estaba consciente de la influencia de su madre en esta conversión, sólo tenemos que pensar que después de su conversión, Agustín a menudo la quería a su lado mientras discutía sobre retórica y filosofía con otros sabios. Santa Mónica no sólo participaba en las conversaciones doctas, sino que San Agustín registró en sus escritos muchos de los pensamientos y las palabras de su madre.

 

Estos diálogos espirituales entre madre e hijo caracterizaron la última parte de la vida de Santa Mónica. De ese período de intenso intercambio espiritual nos quedan las palabras de San Agustín, en el capítulo noveno de las Confesiones: “Hijo, por lo que a mí toca, nada me deleita ya en esta vida. No sé ya qué hago en ella ni por qué estoy, aquí, muerta a toda esperanza del siglo. Una sola cosa había por la que deseaba detenerme un poco en esta vida, y era verte cristiano católico antes de morir. Superabundantemente me ha concedido esto mi Dios, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago, pues, aquí?”.

 

De sus buenas palabras aprendemos: “Desde mi más tierna infancia llevaba dentro de lo más profundo de mi ser, mamado con la leche de mi madre, el nombre de mi Salvador, Vuestro Hijo; lo guardé en lo más recóndito de mi corazón; y aun cuando todo lo que ante mí se presentaba sin ese Divino Nombre, aunque fuese elegante, estuviera bien escrito e incluso repleto de verdades, no fue bastante para arrebatarme de Vos” (Confesiones, I, IV).

 

SANTA MÓNICA: mientras se preparaba para embarcar para regresar a África, la mujer contrajo la malaria y murió, el 27 de agosto de 387 d.C., con tan sólo 56 años.

 

Así fue la vida de San Agustín, un gran hombre, una mente electa que encontró la Fe después de una larga lucha interior y de una juventud dedicada a los excesos, el libertinaje, el vicio, incluso el crimen.

 

Entre las muchas cosas escritas sobre su madre, del cual fue deudor durante toda su vida, San Agustín dijo: “A ella le debo todo lo que soy” (La felicidad, 1,6) y nuevamente, en las Confesiones: “Ella me engendró sea con su carne para que viniera a la luz del tiempo, sea con su corazón, para que naciera a la luz de la eternidad”.

 

 

(Dedicada a mi madre Aurora Benites Vda. de Delgado, quien me narraba algunos sucesos sobre Santa Mónica)

 

Lima, 15 de julio del 2023

 

 

(Fotos del autor e Internet)

 

 

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

 

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