EL BOSQUE DE JUAN SÁNCHEZ EN SANTIAGO DE CHUCO

Dr. Javier Delgado Benites (*)

Es un lugar que se ubica a la salida del pueblo a lado izquierdo de la carretera que va con destino a Trujillo, al frente del Cangurito. Es un terreno donde está repleto de eucaliptos altos que tapan al sol, por la cercanía de las copas de los árboles, además sirven para proteger a otros seres vivos que habitan en la planicie del monte, como plantas pequeñas, animales y seres que no se pueden ver a simple vista.

Al ingresar al bosque es escuchar un armónico concierto de aves que cantan alegremente, en la mañana o en la tarde, al ocultarse el sol, es la hora de escuchar el canto del tuco, la paca paca, el chuyec u otra ave nocturna misteriosa.

En los meses de mayo y junio, donde el color verde y las plantas manifiestan todos sus encantos, tiempo en que los pájaros como gorriones, palomas, jilgueros, picaflores, zorzales y otros se apareaban; machos y hembras fabricaban mancomunadamente sus nidos en los arbustos, y las ramas de los árboles del lugar, donde reciben los cuerpecitos tibios y débiles de sus pichones.

Sin embargo, las persecuciones de los jóvenes cazadores con sus huaracas no cesaban, al contrario, se incrementaban debido a que, en muchos casos, los jóvenes robaban a los pichones para criarlos encerrados en sus jaulas.

 


En la parte del centro del bosque había una casa amplia, que en mis tiempos que recorría lucia vacía, es posible que años atrás hayan vivido, los dueños hayan emigrado al pueblo o fallecido. Al verlo inhabitable, era aprovechada por las jóvenes parejas de enamorados para ir a darse cariño y amor, alejados de sus padres y del pueblo o de cualquier curioso, donde satisfacían sus amoríos en la naturaleza plena del bosque, lo único que los aguaitaban eran los eucaliptos con su olor penetrante y su movimiento ocasionado por el viento.

La existencia del lugar de conejos silvestres que corrían por medio de los eucaliptos, cuando sentían la presencia de cazadores que invadían su hábitat, algunos eran perseguidos y cazados y otros lograban escapar por los arbustos que estaban sus refugios que tenían cerca de la quebrada. De igual manera, se podía ver muy a la distancia la presencia de ardillas, gatos monteses, hurones, zorrillos y san miguelitos que corrían al notar la presencia de intrusos en su entorno.


En las noches el bosque está casi silencio, salvo algún sonido de alguna ave nocturna, pero es posible que deambulan almas errabundas, endriagos, duendes y espíritus malignos.

El bosque de Juan Sánchez que lo llamábamos, era un lugar muy frecuentado continuamente por la mancha de la Parva de Virgen, con el fin de cazar pájaros, o conejos, también lo transitábamos por su jungla para bañarnos en el río en la piscina natural denominada la Manzanita.

 

(Fotos del Autor)

 

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

 

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