CARTA AL CIELO A MI MADRE
Nuevo Chimbote, 27 de
mayo del 2025
Estimada madre
Hoy día he despertado, echándote de menos y acordándome de ti, cuanto te extraño para compartir momentos placenteros con todos mis hermanos en las reuniones familiares que hacíamos todos los fines de semana, que era ocasión de estar unidos y todos juntos, pasando horas inolvidables.
Son seis meses de ausencia, que para mí es difícil acostumbrarme sin ti, todos los días pienso en ti, me había acostumbrado llamarte por teléfono casi todos los días de la semana y escuchar tu voz; me había acostumbrado a visitarte todos los fines de semana, para escucharte que me relates historias de la familia, de nuestra tierra de tus épocas vividas en tu larga vida, de la fiesta de julio del pueblo, de la gente, de las costumbres, principalmente de tu niñez que disfrutaste con tus padres, tus hermanos y familiares en ese rinconcito de Pachogón donde viviste tu niñez y adolescencia, Pichinchuco donde estudiaste tu primaria y Cotay donde vivieron la familia Benites Cribilleros, era tu deleite relatarme; extraño verte leer el periódico o libro, o leerte algún libro de importancia que llevaba de mi biblioteca personal donde luego de leerte, me comentabas lo que habías entendido; extraño escucharte cantar tus canciones escolares y que me digas cosas que me motivaban seguir adelante con mucho aliento.
Madre, vivía impresionado de tu inteligencia y tu memoria prodigiosa que tenías, me quedaba sorprendido que te acordabas, las fechas, los días y los años con fidelidad. Me pasaba horas contigo escuchándote y anotando cosas interesantes que me relatabas. Todo eso, fueron el pedestal que me nutrieron y me convirtieron en escritor.
Siempre traté de darte satisfacción, porque era tu delectación que tus
hijos estudien, a mí me encantaba estudiar, recuerdo que te entusiasmabas cada
título profesional o grado académico que lograba o lograban mis hermanos y sobrinos,
te alegrabas que mis hijos logren en sus estudios cosas meritorias. Todas esas
satisfacciones te he dado, vivías orgullosa de mi persona en esta etapa de
escritor. Tu misma me decías:
-
Tu hijo has sido diferente de tus demás hermanos, desde
el momento que naciste.
Yo te contestaba:
-
Será porque soy negro.
- No hijo, otras son las razones.
Te agradezco mucho por la confianza que depositaste en mi persona, no sé porque fui preferido dentro de todos mis hermanos, me relataste todos los secretos, que hasta hora guardo. Yo sabía, que me quisiste mucho, yo fui reciproco contigo. Todas esas actitudes tuyas lo llevo presente y así trato de educar a mis hijos.
Recuerdo la última conversación que tuve el día domingo 24 de noviembre en
la tarde, al momento de despedirme para retornar al lugar donde resido:
-
Mamacita, ya me voy –me acerqué a tu lado y te di un beso
en la mejilla.
-
Ya hijito ¿Te vas?
-
Si mamacita. El fin de semana estoy viniendo temprano.
-
Bien hijito te espero -te volví a dar otro beso.
-
Chau mamacita.
-
Chau hijito. Te espero -me dijiste.
Salí con destino para viajar a Nuevo Chimbote, el día lunes y martes en la mañana conversamos por teléfono como de costumbre, noté tu voz que estabas malita, el día miércoles a las 6.25 pm., me encontraba en el trabajo, recibí la noticia de tu pronta partida, tuve un impacto que me resistía a creer, informe al superior y salí de inmediato para ir a mi casa y asumir dicha noticia que trastocaba todo mi sentir, ahí me tranquilice, luego viajé para ir a darte el último adiós e ir acostumbrando a no poder verte.
Mamacita, cuanto te extraño, me quedo contigo con las mejores vivencias y recuerdos. Mi gran fortaleza mía y de mis hermanos es haber estado contigo hasta los últimos días y haberte atendido con esmero por todo lo que hiciste con nosotros y cumpliendo con el deber de hijos.
Me despido
esperando que descanses en paz, junto a mi padre y hermanita Elizabeth, ustedes
son las estrellas que iluminan nuestros caminos del bien.
Tu hijo que te tanto
te amó y te extraña.
Javier Delgado
(Foto del autor)
Textos que pueden ser reproducidos
citando autor y fuente
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