LA PEÑA SAUCA REFUGIO DE LOS ABIGEOS EN SANTIAGO DE CHUCO
Dr. Javier Delgado Benites (*)
La Peña Sauca es un imponente farallón que se contempla desde lo alto del pueblo de Santiago de Chuco. En el horizonte, su resplandor se refleja majestuoso. La erosión del tiempo y la naturaleza han esculpido su forma peculiar, dotándolo de un carácter único. Así, la Peña Sauca se alza como un apu silencioso que vigila y embellece el paisaje que rodea al pueblo.
Se le llama Peña Sauca, porque son dos peñas grandes que se encuentran juntas separadas por un callejón en el centro, este callejón esta lleno de plantaciones de sauco que es un arbusto que se caracteriza por sus flores blancas cremosas en forma de sombrilla y sus frutos de color negro o morado oscuro cuando maduran, que parece un bosque tupido, cuando están reverdecientes y fruteando, es un túnel que se caminaba por debajo de ellos, donde los llucros permanecen cantando y comiendo sus frutos maduros.
Su geografía física le servía para que en la mitad del siglo pasado sea refugio de los más grandes bandoleros y abigeos que había en la zona rural de Santiago de Chuco, porque era un lugar donde nadie podía verlos, llegaban con los animales robados de reses, guachos o carneros y chanchos, etc. lo amarraban en las plantaciones de saucos que eran cómplices de sus fechorías.
En la peña existe una cueva de entrada, que se bajaba por gradas para su interior, ahí había una sala enorme oscura, donde sacrificaban los animales robados, cuando las victimas hacían gente y seguían sus rastros, llegaban al lugar, donde encontraban los huesos, los cueros, las patas, los cuernos y los palos que colgaban la carne de los animales robados sacrificados, la carne había desaparecido. Los abigeos estaban atentos aguaitando desde sus escondites, si algo sucedía, para que cuando se encuentren en peligro ellos metan bala. Las víctimas del robo se resignaban que nunca más sus animales lo volverían a ver, regresaban a sus casas desilusionados, a lamentar el gran esfuerzo que los costó criar, para que venga un abigeo fácilmente los robe.
Cuando la policía recibía la denuncia e iban a querer ingresar a buscar algún indicio, no encontraban a nadie, era difícil capturar al bandolero o al abigeo que se posicionaba en sus escondites, ellos estaban aguaitando en la misma peña porque tenían sus sitios seguros y se escapaban o en caso contrario metían bala. Mientras la policía se atrevía entrar a buscarlo a alguna cueva, ellos estaban saliendo por otra cueva o túnel, ellos conocían al dedillo el lugar de refugio.
Era difícil capturar a los bandoleros o abigeos, principalmente al bandolero más famoso Facundo Rodríguez y sus descendientes, los abigeos Mamerto Rodríguez, Alfredo Cruz, Inocente Rodríguez, Casimiro Ángel Rodríguez, Asunción Paredes, Manuel Ferrer, Martín Paz y su hermano, el Añañurrra, Horacio Cedano y otros abigeos prontuariados, que su vida lo pasaban robando lo ajeno, siendo temidos por la gente lugareña, que criaba con mucho esfuerzo sus animales, para que ellos lo roben fácilmente, lo coman o lo vendan. Ellos vivían, dormían en las Peña Sauca, era su segunda casa donde permanecían más tiempo.
En la Peña Sauca, en la cima hay un manantial donde brota agua cristalina, que saciaba su sed de los bandoleros y abigeos, por el lado de la peña esta el riachuelo, que corre sus aguas de las partes altas y por encima el camino.
La Peña Sauca es un recinto de restos arqueológicos de mucho valor histórico, porque ahí han vivido nuestros antepasados y es necesario que se haga un estudio para poder y valorar su valía pre inca.
Testigo del paso del tiempo, guarda en su silencio las memorias del pueblo. Sus sombras y luces dialogan con el amanecer andino. La Peña Sauca permanece, eterna, como el espíritu de Santiago de Chuco.
Trujillo, febrero del 2014
(Foto de Jaime Sánchez)
(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado,
licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en
Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra,
docente universitario.
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