EL HOGAR FAMILIAR ERA PERTINENTE PARA CONTAR RELATOS EN SANTIAGO DE CHUCO

(Al cumplirse dos meses de su sentida ausencia de mi madre) 

Dr. Javier Delgado Benites (*)

Mi estancia en mi tierra natal, era lo mas satisfactorio, reunidos en familia, con mis padres y hermanos, con quienes pasamos momentos gratos, pero lo más significativo que se daba en los hogares de Santiago de Chuco, era que los padres, abuelos, tíos o vecinos nos contaban relatos magníficos.

En mi casa mis padres, nos contaban muchos relatos reales, o narraciones que venían de mis bisabuelos, abuelos, o venían de generación en generación que en la actualidad se denomina literatura oral.

En casa el momento o el espacio pertinente era en la noche, después de merendar o cenar, al terminar de disfrutar las delicias de mi madre, nos quedábamos todos en la mesa a acompañar a mi madre para que lave los platos, o eche a remojar alguna menestra, carne seca o deje algo para el día siguiente, mientras que mi padre aprovechaba que todos los comensales habían disfrutado sus alimentos y que estábamos juntos, para contarnos cuentos, leyendas, mitos, etc., las narraciones estaban referidos a casos reales de algún personaje local, familiar, o relatos de muertos, duendes, brujas, diablos, malas horas y encantos, que nosotros atentos escuchábamos, todo era silencio en la mesa, escuchábamos con mucha atención lo que mi padre se desplayaba relatándonos, así mismo, mi madre intervenía también para relatar lo que ella sabía a la par que iba haciendo sus quehaceres.

La noche en Santiago de Chuco era silenciosa, salvo la distracción del sonido lejano del tuco que estaba estacionado en algún alero de alguna casa o en algún árbol que rodeaba al pueblo o el silbido del chuyec que pasaba rápidamente por los aires de la casa, que eran señales que algún vecino o familiar estaba en camino a la muerte, o el olor nauseabundo del zorrillo que pasaba por la calle o por alguna curagua del algún corral colindante, incluso mi padre tenía que prender un papel o periódico para que arda y así ahuyentar el mal olor que había dejado. De ahí todas las familias estaban concentradas en sus quehaceres y responsabilidades diarias, nada lo distraía, salvo alguna noche de teatro, varieté o cine.

La noche se ajustaba a las estaciones del año, en invierno con aguacero y frio, que nos hacía abrigarnos con nuestro poncho habano, gorra y chalina, en verano con el cielo despejado lleno de estrellas, donde la luna era la ama señora de la oscuridad, irradiaba su luminosidad, en otoño y primavera con sus peculiaridades del clima, que hacían ameno estar hasta altas horas, el tiempo no la sentíamos, por lo entretenidos que nos tenía atrapados las escenas o episodios contadas, cuando nos dábamos cuenta ya se aproximaba a la medianoche. Esas horas corríamos a los cuartos para dormir, para que el día siguiente cumplir nuestras laborales escolares, cuando estudiábamos o hacer algunos quehaceres de la casa, cuando no estudiábamos.

La familia en el hogar todo era unión, no había nada que nos distraiga, no había televisión, no había celular, salvo el radio que sonaba para escuchar noticias o alguna música de preferencia de mis padres o las tareas que mis padres nos asignaban para realizar. Era lindo y sublime lo que se disfrutaba en mi casa en mi etapa de niñez y adolescencia en mi lar natal. Nada lo podrá reemplazar esos años maravillosos vividos.

Toda esa experiencia y vivencias en mi hogar familiar, ha calado en mí, que, alimentado mi aliento, para seguir esta labor de escritor que estoy encomendada a difundir cultura de mi pueblo y evocado a mi labor docente que lo realizo con pasión.

(Fotos del autor)

 

^(*) Doctor en Educación, ingeniero químico, abogado, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

  

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