LUIS DE LA PUENTE Y SU AMOR A LOS NIÑOS

(Al conmemorar 94 años de su nacimiento en Santiago de Chuco)

Dr. Javier Delgado Benites (*)

Todos comentamos que los niños son el futuro de nuestra sociedad, entonces, todos tenemos la obligación de fomentar desde las etapas iniciales en el hogar y luego en la escuela, una buena educación en valores, principios y responsabilidades para que en el futuro podamos conseguir un país más floreciente, lleno de compromiso social, colmado por actitudes de justicia y amor. Los niños serán los que tomen la iniciativa de generar acciones llenas de compromiso contra la injusticia y desigualdad, donde ellos implementarán la solidaridad hacia los demás y así tener la capacidad de tomar decisiones para generar un país basado en principios y valores para un mejor progreso social.

El amor que se tiene a los niños no depende de nada, ni de las acciones ni de las ideas, es sencillamente quererlos, respetando sus gustos propios, sus errores, su personalidad, su imaginación, que ellos son capaces de desarrollar. El cariño y afecto es necesario para los niños y los seres humanos en todas las edades, se necesitan expresiones de amor y de ternura con acciones y palabras.

Según especialistas expresan que el niño que es amado se quiere a sí mismo, se hace respetar, aprende más fácil, se relaciona mejor con otros, juega más, crece más sano, se recupera más pronto de cualquier dolencia o enfermedad, aprende a conectarse con sus propias emociones cuando se hace adulto, en el futuro construye relaciones de pareja sólidas, toma mejores decisiones, resuelve más fácil los problemas y enfrenta con mayor seguridad las dificultades.

Luis De la Puente Uceda, tenía bien en claro lo antes mencionado, la base de una sociedad donde se fomente la cultura de justicia y solidaridad, debe existir en ella un gran amor y comprensión hacia los demás sobre todo los niños, de ahí que para posibilitar dicha sociedad justa y solidaria, donde los problemas puedan resolverse mediante el diálogo y el entendimiento, es indispensable formar en los niños un gran amor y una infinita comprensión.

El guerrillero de Santiago de Chuco, tuvo gran amor por todos los niños, tenemos testimonios de sus amigos quienes manifiestan lo siguiente:
SIGIFREDO ORBEGOSO, amigo y compañero del MIR, dice:
“Con los niños era tierno y juguetón. Durante nuestra estadía en Cuba (era la segunda vez que estaba él, de junio a diciembre de 1960), tuve la ocasión de ver como mimaba a los niños en la persona de Hildita, la primogénita del Che, fruto de su primer matrimonio con nuestra compatriota Hilda Gadea. Pero no era que se tratase de una excepción por ser simplemente la hija del héroe y además, miembro el Gobierno revolucionario, uno de nuestro anfitriones”.
“En la serranía de Julcán – donde estaban los fundos familiares que luego fueron divididos – cuando él llegaba al poblado en su camioneta era inmediatamente rodeado por la chiquillería que constituía los hijos de los campesinos del lugar; muchos de ellos sus propios trabajadores. ¿Por qué ocurría esto? Llanamente porque ellos sabían que Lucho les llevaba golosinas o bien, al terminar las tareas agrícolas los paseaba en la camioneta por los parajes de la comarca. Los niños quedan encantados por supuesto”.

MANUEL PITA, amigo y compañero del MIR, dice:
“Otro de los cuadros más singulares que puedo testimoniar es aquel cuando unos niños zarrapastrosos sabían que Lucho tenia un rondín e iban a él tocaba y hacia bailar a la parejita de niños. Demostraba un gozo inefable con las criaturas”.

GUSTAVO VALCÁRCEL, amigo, poeta con quien vivió en el destierro en México, dice:
“Otra característica de él (Luis De la Puente) era su profundo amor a los niños, como lo dijera Juan Gonzalo en un suplemento de un diario local, él enseño a cantar a mis hijos el Himno Nacional”.

ROSINA VALCÁRCEL, poetisa, hija del poeta Gustavo Valcárcel, quien era la niña que vivió con su tío Lucho en México, dice:
“Nos decía: -Sobrinos queridos, en el Perú brota el maíz de oro, en nuestro territorio nace la quinua de plata. Y altivo nos enseñó a tararear el himno patrio. (…)
Una mañanita me susurró: Cada hoja de cada arbusto es una señal.
Debemos abrigar a los oprimidos. Y de su bolsillo sacó una piedra en forma de caracol y la puso en mi oído: -¿Escuchas su corazón?
La senda agrisada no pudo matarla. Llévala contigo mientras puedas. Algún día será tu talismán, alma de cuarzo o el sonido de mis pasos”.

Su amor de Luis De la Puente a los niños, fue tierno y humano, cuando muere en Mesa Pelada, dejó a su hijo Juan Ernesto de un año y diez meses y a su hija María Eugenia a dos meses de nacer. Por su compromiso político y revolucionario, el tiempo tal vez no lo permitió darle cariño y afecto a su pequeño hijo, como los hizo con todos los niños.

(Foto del etiquetado: Pintura de Yaldo Leiva, Julcán, agosto 2007)

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.
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