EL AMANECER EN SANTIAGO DE CHUCO

Dr. Javier Delgado Benites (*)

El amanecer en mi tierra natal de Santiago de Chuco en un día de invierno de febrero que no había amanecido lloviendo. El pueblo duerme al amparo del rumor de los eucaliptos que lo rodean, flamean como las banderas de victoria. Esas horas caminé con destino al cerro San Cristóbal, el frio aullaba y mordía por todas partes. Y el tiempo que era el único que me sobraba, se puso más presuroso que el poncho de color habano que me abrigaba. Antes de las seis de la mañana, empezó a despertar el día. Las nubes blancas se pintaron de varios colores y los tonos de rojo contrastaban con el azul añil.

Detrás de los cerros del este, de pronto, un resplandor brillante semicircular, que se tornó rojizo, ilumina el horizonte. Las nubes blancas se pintaron de diversos tonos de rojo y el contraste con el azul del cielo nos permitió observar como la nube que cubría la cima del Huaylillas que comenzó a transformarse y convertirse en una sinfonía de colores. Enormes destellos de luz amarillenta se colaban desde pedazos de cielo celeste y la tierra iluminada por el amanecer de un nuevo día.

La campiña de cultivos de pan llevar de alrededor del pueblo mostraba encajes de artesanía campesina en los que enfatizaba el bordado de bosquecillos de eucaliptos y la vegetación natural servía para controlar la erosión. Y al pie del cerro San Cristóbal rodeado de un piélago de cultivos, en un contrafuerte, se estaciona el pueblo de Santiago de Chuco, como un poema de su hijo predilecto de Los heraldos negros.

Los humos de los fogones de las casas comienzan a salir por los techos de teja, dispersándose por el ambiente, esas horas las madres, están preparando los cushales y los desayunos para que sus esposos o hijos vayan a continuar sus labores campestres o trabajar en alguna entidad del estado o privada.

Después de disfrutar ese amanecer retorno bajando el empinado cerro, viendo a la gente como desplaza por las angostas calles a diferentes destinos, extraño los burros que adornaban las calles y a la gente que venía con sus cosas a vender al pueblo, ahora lo hacen por medio de transporte o motos, como ha cambiado la vida del poblador rural y urbano, ahora muy pocos caminan.

Llego a mi casa a disfrutar de un desayuno hecho de esencia de romero para mitigar el cansancio, con su respectivo bizcocho chancay, para reposar de la madrugadora caminata al cerro San Cristóbal o Quilla Hirca.

El amanecer en mi tierra es de las hermosas que he podido disfrutar en mi estadía del mes de febrero en Santiago de Chuco.
Santiago de Chuco, invierno del 2025

(Foto del autor)

(*) Doctor en educación, ingeniero químico, abogado, licenciado en educación, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias y Humanidades, directivo del Movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, docente universitario.

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